Los procesos de acumulación del saber, según Pierre Levy
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[1] En las sociedades anteriores a la escritura, la comunidad viva era la que encarnaba el saber práctico, mítico y ritual. Cuando un anciano moría era como si se quemara una biblioteca.
[2] Con la llegada de la escritura, el libro fue el vehículo del saber. El libro, único, infinitamente interpretable, trascendente, lo abarcaba supuestamente todo: la Biblia, el Corán, los textos sagrados, los clásicos, Confucio, Aristóteles. El intérprete, pues, era quien dominaba el conocimiento.
[3] Desde la imprenta hasta nuestros días, aparece un tercer tipo de conocimiento asociado a la figura del sabio, del científico. El portador del saber ya no es el libro, sino la biblioteca. La Enciclopedia de Diderot y Alembert no es tanto un libro como una biblioteca. El conocimiento se estructura en una red de referencias, que quizás haya buscado siempre el hipertexto. El concepto, la abstracción o el sistema sirven para condensar la memoria y garantizar un dominio intelectual que la inflación de conocimientos está poniendo en peligro.
[4] La desterritorialización de la biblioteca a la que hoy asistimos puede que no sea más que el preludio de la aparición de un cuarto tipo de relación con el conocimiento. Por medio de una especie de regreso en espiral a la oralidad original, el vehículo del saber podría volver a ser el colectivo humano vivo, en lugar de los soportes separados utilizados por intérpretes o sabios. Sólo que esta vez, a diferencia de la oralidad arcaica, el portador directo del saber no sería la comunidad física y su memoria carnal sino el ciberespacio, la región de los mundos virtuales a través de la cual las comunidades descubren y construyen sus propios objetos, y se conocen a sí mismas como colectivos inteligentes.
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