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Francisco Brines, nuevo Premio Cervantes

El poeta Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932) ha sido galardonado este pasado martes con el Premio Cervantes 2020.

Según la nota publicada por el Ministerio de Cultura, el jurado ha destacado:

su obra poética que va de lo carnal y lo puramente humano a lo metafísico, lo espiritual, hacia una aspiración de belleza e inmortalidad. Es el poeta intimista de la generación del 50 que más ha ahondado en la experiencia del ser humano individual frente a la memoria, el paso del tiempo y la exaltación vital”.

Rescatamos aquí unas palabras del propio Brines en la introducción a su antología poética publicada por Cátedra, Letras Hispánicas, en 1984, y por él mismo titulada “Selección propia“:

“Hay muchas maneras de situarse el poeta ante la poesía, y pienso que, en mi caso, mucho tiene que ver la mía con lo que ante ella experimenté en mis años adolescentes. Mis primeros poemas, a pesar de su exagerada mediocridad, me depararon una experiencia mágica; supongo que entonces sólo comparable al uso sexual del cuerpo, si el hallazgo de un tan refinado placer hubiera conllevado la creación de una criatura deseada. Pero esta última experiencia no fue vivida por mí. Así que, situado el muchacho ante el papel en blanco, fluía, como un prodigio, el acontecer de las palabras, y tan peregrina acción iba acompañada de un gran placer nunca antes conocido, con el final resultado de la misteriosa aparición de un cuerpo, a mi parecer, exactísimo. La emoción que allí se me entregaba como ajena, me pertenecía: yo era a la vez la fuente y el sediento.

Recuerdo ahora uno de aquellos días: estoy en una pequeña habitación que da a la anchísima huerta, en la Casa de Retiro de los Jesuitas, situada en el campo valenciano de Alacuás. El espíritu se siente atormentado por unos hostiles Ejercicios Espirituales, sofocantes las oscuras meditaciones, y el muchacho está asomado a una ventana viendo cómo la naturaleza se enciende, después de una tormenta repentina y primaveral, con un sol de resurrección. Han quedado con un nuevo color aparecido las palmeras, más vivos y cercanos los estáticos rosales del paseo, y desde tanto mojado silencio está tornando poco a poco el aroma del azahar de todos los naranjos; parece que la vida fuese sólo ese debilitado olor. Cuando aquella tarde definitivamente caía, el poema estaba acabado: y ante mi asombro era en él donde yo descubría la única realidad acontecida. El muchacho había sido el mágico creador de la tarde, y por ello la sentía como la más hermosa de su vida.”

Lamentablemente no disponemos en nuestras bibliotecas de más obras del premiado que ésta que hemos citado. Pero sí que tenemos estas otras disponibles en la Biblioteca Digital:

 

Os dejamos por último un fragmento de “El porqué de las palabras“, poema con el que concluye su antología “Selección propia” y que pertenece a “Insistencias de Luzbel“, del año 1977.

EL PORQUÉ DE LAS PALABRAS

No tuve amor a las palabras;
si las usé con desnudez, si sufrí en esa busca,
fue por necesidad de no perder la vida,
y envejecer con algo de memoria
y alguna claridad.

(…)

Las palabras separan de las cosas
la luz que cae en ellas y la cáscara extinta,
y recogen los velos de la sombra
en la noche y los huecos;
mas no supieron separar la lágrima y la risa,
pues eran una sola verdad,
y valieron igual sonrisa, indiferencia.

Todo son gestos, muertes, son residuos.
Mirad al sigiloso ladrón de las palabras,
repta en la noche fosca,
abre su boca seca, y está mudo.

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