Lugar: Biblioteca Central "Antonio Gala"; hall de planta alta
Artista: Marta Cuevas
Exposición de azulejos artesanales de inspiración literaria
"Cien años de soledad"
(del 4 al 28 de junio)
Esta colección de 9 azulejos cerámicos presenta algunos objetos o escenas de Cien Años de Soledad. Surgen del deseo de dar una apariencia física a elementos, personajes o situaciones de la novela de García Márquez, partiendo siempre de mi propio imaginario tras la lectura. Son diseños originales seleccionados entre muchos apuntes y bocetos. Esta muestra es llevada a cerámica y trabajada con técnicas decorativas tradicionales, cuidando poner en ellas todo el mimo.
Las escenas aquí representadas están cargadas de simbología. Pero estas notas no son más una visión personal, tras pasar por el filtro de mi propia interpretación de la obra . El viejo Melquiades, profeta, sabio, inventor, narrador omnipresente, nos acompaña durante toda la historia de Macondo hasta el declive de la estirpe, vaticinado en sus pergaminos.
Vemos su dentadura en el vaso, del que crecen flores amarillas, simbolizando la buena suerte; "Mientras haya flores amarillas, nada malo puede ocurrirme".
Se cumple la maldición y mayor miedo de los Buendía: engendrar hijos con cola de cerdo. Símbolo de pecado y culpa, toman forma en la en la malformación del hijo.
La venda negra de Amaranta, que le recordará de por vida a quien no tuvo y, aun así, perdió. Las mariposas amarillas, presagio de amor imposible, compendio de soledad y amor. El cautiverio voluntario del patriarca, José Arcadio Buendía, amarrado al castaño y acompañado por el fantasma de su antiguo enemigo.
Los pescaditos de oro, realizados con mimo y paciencia por el coronel Aureliano Buendía, en contraposición al hombre de guerra que todos conocen.
La pila de 72 bacinillas, arrumbadas tras un único uso, para las 68 compañeras de Meme y cuatro monjas, todas ellas invitadas a dormir una noche en la casa familiar. La pequeña Rebeca, en su llegada a Macondo, arrastrando el saco con los huesos de sus progenitores.
También vemos este personaje, de carga misteriosa, comiendo puñados de tierra, cuando la sacuden momentos de crisis. Es símbolo de la soledad que sobrevuela toda la historia, bien elegida o bien advenida.
Para quien ya se haya sumergido en el realismo mágico de Macondo, espero que estas escenas sean pequeños puentes que reconecten con su memoria. Y para quien no, un gusanillo que invite a hacerlo. Ojalá esta selección se convierta en un brebaje restablecedor de la memoria, como ya hizo Melquiades, para luchar contra la peste del insomnio y el olvido que conlleva.
Que la memoria nos salve de ser devorados por las hormigas coloradas
Catálogo de la exposición
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